¡Mejor mañana!
Parece una frase alentadora deseando un bien para el día siguiente. Pero normalmente es una expresión desidiosa procurando evitar el trabajo de realizar algo debido hoy, ahora.
El refrán "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" tiene en su origen el respeto por un orden establecido y un evitar a toda costa las interferencias de las vida desordenada.
La satisfacción de haber concluido una tarea de acuerdo a las especificaciones produce una gran alegría, pero cuando esa tarea bien hecha y se ofrece al Señor la tarea se transforma y se une a la vida de Cristo en la tierra como un acto de entrega personal para desagraviar a Dios por los pecados personales y los del mundo.
A este don se le llama la "santificación del trabajo". Hay muchos que se preguntan cómo se puede alcanzar la santidad en este mundo sin apartarse a un convento, en un lugar retirado. La respuesta viene en las primeras líneas del Génesis, cuando Dios crea al hombre. Justo cuando le da el ser le dice la manera de conseguir la santidad: mediante el trabajo, trabajando, esa es la manera de alcanzar la felicidad en la tierra.
Tan serio es este punto, crucial en la vida del hombre, que san Pablo, muchos años después, nos recuerda: "el que ni trabaje, que no coma". Entonces y ahora hay quienes el trabajo es cosa de quienes no les queda otro remedio.
Quizá no han caído en la cuenta del día a día de la familia de Nazaret, los padres de Jesús, José y María. Se pasaron la vida trabajando y lo harían bien porque pudieron subsistir en Egipto y a José no le importaba a su regreso quedarse en Jerusalén o en Galilea.
Conviene traer a colación estas consideraciones porque cada día es más frecuente entre la gente joven, no aprender un oficio y vivir a costa de los demás o de la delincuencia. Son millones en todo el mundo quienes pasan las horas sin producir ni siquiera lo necesario para el alimento diario y al sentir el paso del hambre, tratan de lograr lo necesario quitándoselo a los demás. Es algo distinto lo que ocurre en a vida de quien está impedido o no encuentra, aunque lo busca, un medio de sustento.
Lo malo, aunque lo es, no consiste en no tener estudios o trabajo, sino que, al obrar así, se está ganando la condenación eterna.
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