Revelar es desvelar

 La revelación es la piedra de toque del cristianismo. Surge con el primer párrafo escrito en la Biblia y concluye con la pal abra dicha por el último apóstol, Juan. 

¿Por qué es tan fundamental? Porque recoge la palabra de Dios para el bien de los hombres. Desde la creación del universo, la de Adán y Eva, hasta la institución de la Eucaristía y la subida de Jesús resucitado al cielo, todo lo necesario se narra de forma puntual.

Pero, ¿qué tanto necesitamos saber de la constitución del mundo y sobre el origen del hombre?

Se trata de no caer en el nihilismo o en teorías son cierto sentido aunque sean falsas. Nada hay capaz de darnos el ser, o cualquier idea por muy descabellada que fuera daría cuenta de la presencia del mundo y del hombre sobre él. El fin, según las opciones, sería la nada, o quedar sumido en una especie de divinidad etérea donde el hombre quedaría absorbido.

Es muy interesante la conversación de Jesús con la pareja caminando hacia Emaús. Se sorprenden al ir descubriendo que las predicciones de la Escritura sobre el futuro, precisamente ése presente del que ahora huyen porque no tiene sentido,  se han ido cumpliendo. Se había predicho lo que ahora están viviendo, y así se lo va desvelando Jesús repasando lo ya revelado.

De este modo, Cleofás y su compañero de viaje, al repasar la Escritura por medio de la palabra de Jesús,  se dan cuenta de  la actualidad de  la verdad, de lo anunciado en la Revelación.

Conviene recordar este pasaje para no dudar de la palabra de Dios contenida en los textos sagrados. Así, la certeza de nuestras creencias sobre el origen del hombre y, especialmente, del fin al que está llamado, se afirma y da seguridad a nuestras creencias, nacidas no del capricho de una leyenda, sino del cumplimiento de lo ya revelado, que, paulatinamente, se desvela a nuestros ojos.


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