Ratzinger y la Navidad


Por supuesto. No todos somos como Ratzinger a la hora de contar una historia. Él se puede meter en un rincón aparentemente liso, sin sustancia, y acaba liando un relato verdadero y escribe un libro.

Es el caso de la Infancia de Jesús, parte de la trilogía sobre Jesús de Nazaret, publicado en 2012. La Virgen María y José se habían comprometido. Entonces ocurre lo indecible. María recibe la visita de un ángel y, en ese breve encuentro, se ponen las bases para el cambio más radical de la historia, sin paralelismo alguno: una mujer joven, sin haber tenido un contacto íntimo con José, ni, por supuesto, con hombre alguno, concibe nada menos que al hijo de  Dios.

También José, en un sueño, cargado de realismo, ve de que ese embarazo inesperado, iba a nacer a "quien salvará a su pueblo de sus pecados", un acontecimiento esperado en la promesa al pueblo de Israel por cientos de años, pero sin saber cómo tal cosa iba a suceder. El caso es que José, recibe en su sueño el encargo de ponerle el nombre de Jesús a quien iba a nacer, un asunto siempre reservado al padre de familia, y para ello debía tomar a María como esposa, el mismo nombre comunicado a ella en su diálogo con el ángel Gabriel.

Sin espectáculo de ningún tipo, casi en silencio, se les comunica que esa persona por nacer, es Dios, pues sólo él tiene el poder de perdonar los pecados. De esta manera, el sello distintivo de la religión católica, sin parangón en ninguna otra forma de religiosidad, se procura de una manera única, divina, por medio de una joven, muy probablemente descendiente de la tribu de David, al igual que su esposo José, y las historias de ambos confirman de manera real lo anunciado por las Escrituras siglos, muchos siglos antes.

Así José obedece, también María,  lo que ella había consentido anteriormente  con la oración más sucinta de la historia, fíat, hágase, logrando con ello se  el milagro más elocuente de la historia de la humanidad, capaz de revertir la caída de Adán y Eva en el Paraíso terrenal, y de poder dotar de sentido la vida del hombre sobre la tierra, al posibilitar el fin de su existencia en este mundo, consistente en vivir en la presencia de Dios trino por toda la eternidad.

No podemos quedarnos en silencio, es imposible, el amor depositado por  Dios es este acontecimiento celebrado en cada Navidad desde hace dos mil años.


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