Si Dios es amor, ¿porqué no nos queremos...más?
Empecemos por el principio, desvelado a nosotros por el apóstol Juan en el siglo I: Dios es amor. Este amor infinito se quiere a sí mismo en la persona del Hijo, y al contemplarse emerge de esa relación la persona del Espíriru Santo. Al decidir desde siempre la creación del hombre sobre al tierra, a su imagen y semejanza, imprime en su alma la necesidad de vivir de amor de una forma trinitaria: se ama a sí mismo, a su creador y a las cosas creadas. Comenzando por la familia, Dios les muestra que el amor, de suyo, nunca se acaba, y, por eso, en medio de toda suerte dificultades, su unidad nunca se rompe. Por supuesto, esta unión de la familia se extiende de forma natural a todos los demás y se confirma con el mandato explícito de amar al "prójimo", al próximo, al que pasa a nuestro lado. Sólo así se llega al amor de Dios. Entonces, ¿por qué no nos queremos? La respuesta es simple: porque no hemos aprendido a amar. Es decir, el hogar no ha sido...