El despegue de un santo: Josemaría Escrivá



 Hasta el año 1992, hace ahora 30,  las experiencias con san Josemaría se remitían a encuentros personales o recepciones de grupos pequeños o numerosos en distintos países, además del acceso  a su pensamiento  por medio de un número considerable de escritos suyos. Se iba conociendo también el crecimiento de la Obra en muchas ciudades de distintos  países y admiraba ver cómo en poco tiempo el espíritu de esta "partecica" de la Iglesia  captaba vocaciones y cooperadores de culturas muy diversas.

Sin embargo, nunca se había vivido un encuentro de la magnitud de personas reunida en Roma con motivo de la Beatificación del fundador del Opus Dei el día 17 de mayo de ese año. Se habla de unas 300 mil personas venidas de todas las partes del mundo reunidas en la plaza de San Pedro del Vaticano completamente llena, y  en las avenidas aledañas, a la espera de la celebración de la ceremonia presidida por el papa Juan Pablo II, hoy santo. Se podía palpar la impresión causada entre los asistentes verse participando en ese acto multitudinario, y repasar las caras de chinos,  japoneses y filipinos,  africanos, suecos y  alemanes, todos atraídos  de alguna manera por sus contactos con el espíritu del Opus Dei: algo admirabile dictu, maravilloso  de describircomo decía el poeta Virgilio en su Eneida

La alegría de encontrarse en la ciudad de Roma con tal motivo era desbordante  y se podía leer en  los rostros de la asistentes en la plaza, y mientras deambulaban por las calles y recovecos romanos, pues todos llevaban algún  objeto colgando en sus prendas identificándoles como peregrinos de la Beatificación en un día radiante de sol, espléndido.

Si se pudiera  concretar en uno solo lo más distintivo de esta reunión se podría señalar la alegría. Ésta se multiplicó por miles durante la ceremonia, en  el preciso momento donde el Papa declaraba Beato a Josemaría Escrivá. Las gargantas repetían una y otra vez ¡Viva el Papa!, y todos se dan parabienes, aun sin conocerse, en la Plaza de San Pedro, bajo el cielo azul romano del mes de mayo, justo en el momento que la efigie del nuevo Beato se desenrollaba lentamente en los balcones del Vaticano.

Se acerca el día 26 de junio, fecha establecida para celebrar al santo Josemaría su fiesta en la Iglesia. Nunca se cansó se repetir ese descubrimiento antiguo de la llamada a la santidad de cada uno en medio de las cosas ordinarias de su quehacer diario. ¡Una gran noticia!

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