iAdéntrate en el mar! es la frase que ha convencido a muchos a cambiar de vida
No te quedes en la playa con la barriga al sol. No está mal, pero delante de ti hay muchos cuya vida dista del camino y su sendero depende de tu acompañamiento con el ejemplo y la palabra. Puedes vivir como quieras, pero síguelo a Él.
Adentrarse en el mar tiene sus riesgos, sin duda. Pero estamos seguros si ponemos en Jesús nuestra confianza.
Entonces todos nuestros miedos, aun justificados, se abandonan sin perturbar el alma. Como en el episodio de la barca en Genezaret, Jesús duerme de verdad; no se hace el dormido. La fatiga del día le ha rendido. Pero lo importante no son las olas ni la tormenta suscitada en el lago. Lo decisivo es que Jesús está a nuestro lado. Es decir, parece algo natural que en ese trozo de mar ocurran estas cosas.
Así ocurre en la vida, en la de cada uno. Nada sucede en un descuido de Jesús. Todo se ha previsto "antes de la constitución del mundo".
Para seguir a Jesús hay que mojarse echando las redes en el mar, muchas veces agitado, de nuestra vida. Por supuesto, no todos los peces son buenos. Recuerdo en mis días de vacaciones con mi familia la sorpresa de encontrar entre los peces de buen tamaño atrapados en las playas de mi aprendizaje de pescador, algunos de buen ver pero sin sabor alguno a la hora de disfrutar de la pesca. Sí, hay peces desabridos, y el conocedor de los detalles de este oficios sabe distinguirlos con solo verlos.
Era lo que hacía Pedro y sus amigos en las orillas del lago de Genezaret al reunirse con el Maestro después de su resurrección. En aquella pesca, abundante, no todo era bueno, y debían desechar por inconveniente, los peces inadecuados.
No nos podemos engañar, no se trata de discriminar a las personas sino de tomar los buenos. Jesús no desestima a la mujer sorprendida en adulterio ni tampoco a la Samaritana, cansada de alternar con al menos cinco maridos. Por el contrario, ellas se unen a Jesús al ver su delicada manera de advertirles sobre su visa: No peques más, le dice a una; y, a la otra, ven aquí con tu marido --algo imposible pues con quien andaba no lo era.
Se trata de escoger a quienes se abren a la verdad, como lo fueron tantos de sus seguidores, y donde no tenían cabida algunos de los fariseos y publicanos, aunque fueran sacerdotes.
Por tanto, debemos aprender a distinguir para no perder el tiempo con quienes no desean seguir ni oír las enseñanzas del Evangelio. Y debemos aceptar a pesonajes como san Pablo, san Agustín de Hipona, y otros muchos, convertidos al escuchar las palabras de Jesús en el camino de la vida.
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