De paseo, en paz, bajo la luz y el calor
Se. puede pasear de noche, sin luz. Y se puede pasear también en medio del frío, cuando la luz del sol apenas calienta. En ambos casos, falta algo. Como si el hombre hubiera sido hecho para vivir fuera de las sombras y en medio de una temperatura un poco menos alta que la del cuerpo.
Y es que, como el hombre ha sido creado "para trabajar" necesita realizar esta labor en las debidas condiciones. La falta de calor en los polos (Ártico y Antártico) y en sus cercanías impiden el crecimiento de plantas y el rondar de animales; y el excesivo calor, no desprovisto de luz abundante, favorece el desarrollo vegetal aunque dificulta la presencia humana.
Ocurre casi lo mismo en la convivencia familiar. Se necesita "luz y calor" si se quiere prosperar en las relaciones entre sus miembros. Luz para verse a la cara, sin tapujos, y calor para relacionarse con afecto. Cualquier comunidad, digna de tal nombre, requiere, aun en medio del silencio, de un entorno "luminoso y alegre", como solía repetir san Josemaría, el santo de lo "ordinario", como lo llamó Juan Pablo II desde el día de su canonización.
Crear ambientes así resulta atractivo para el visitante, precisamente hoy en ambientes tan ajenos a la paz, como lo son los espacios siderales, no importa cuánto se esmere el hombre en habitarlos. Deberíamos antes que nada en convertir nuestro planeta Tierra en un lugar donde se pueda llenar y multiplicarse porque hay alimento y sitio para todos. Basta solamente crear el "orden" necesario para vivir en paz, tranquilamente.
Los problemas con para dar cuenta de ellos, no para enemistarse o eliminar a veces a quien altera ese orden establecido desde el principio.
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