Faltas de respeto, "okupas" y padres de familia
Las palabras y las personas se desgastan, cambian de significado y de apariencia y, en ocasiones, vienen a ser una cosa muy distinta de su sentido original.
Así ha ocurrido con la noción de respeto, cuyo significado desde finales de la Edad Media, se usa para expresar "veneración", "miramiento", "deferencia" o "consideración", tanto a las cosas de Dios como a las criaturas. En una palabra: admiración.
No hace mucho, una señora parecía divertirse en una iglesia mientras se celebraba la santa Misa, dejando corretear a su pequeño de un par de años, que, emocionado por la atención a sus trotes despertada entre los asistentes, los redoblaba con más ímpetu acompañando sus idas y venidas con sonoras expresiones de júbilo. Al concluir la ceremonia, uno de los asistentes le comentó a la madre del niño sobre la conveniencia de asistir a la celebración desde una sala especial de vidrios trasparentes reservada para las familias, donde los niños podían jugar o llorar sin molestar a nadie, mientras los padres seguían los oficios. Pues bien, la señora en cuestión replicó que Jesús quería que los niños se acercaran a él, además de añadir un insulto por entrometido a quien le había hecho tal observación.
Hoy vemos la misma desfachatez cuando se asaltan iglesias y se queman y roban objetos sagrados; cuando los manifestantes callejeros, llevados por su enfado y envalentonados ante la apatía de los guardianes del orden, se dedican a pintar las paredes de los edificios clásicos y romper efigies de hombres ilustres; padres quejosos gritan en las escuelas porque sus hijos no son merecedores de los castigos impuestos debido al bullying infligido a otros compañeros de clase; la falta de moderación en el vestido; destruir las fachadas de los negocios ajenos a los manifestantes y sus demandas; y las brutales agresiones a las fuerzas del orden cuando, llegado el límite, aparecen en escena.
Mientras quienes así actúan no tienen ni idea (o no quieren tener) de la noción de respeto, observamos el sesgo contrario entre quienes deberían cuidar del orden social, bien sean padres de familia o mandos encargados de las policías, es decir, se da una sobreabundancia de respeto humano.
Se está dando el caso en España, por ejemplo, del fenómeno de los llamados okupas, personas de la calle que invaden y se instalan en un inmueble vacío ajeno (casa, piso, apartamento) y nadie les dice nada; los dueños legítimos no tienen derecho a reclamar y echar de la vivienda a tales agresores. Se tutea a todo el mundo (profesores, personas mayores, etcétera) y se responde con groserías y malos gestos a quien se atreve a llamar la atención a un alumno, a un menor. Los parlamentos se han convertido en lugares donde los representantes de la ciudadanía se insultan mutuamente, y se mantienen risas sarcásticas mientras la oposición presenta su caso.
Respeto propiamente significa la "acción de mirar atrás", y esa revisión permite evaluar la situación, las personas y las cosas. Esta reflexión permite dar su lugar propio a cada elemento del conjunto. Pero hoy, el concepto de respeto se ha convertido más en un deseo, desprovisto de la "acción" correspondiente.
En el ejercicio del "poder" siempre aparece un miramiento excesivo hacia la opinión de los demás, donde la conveniencia suele enterrar la moral, convertida, a lo más, en un árbol que da moras.
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