Una mujer con temple convierte a todo un pueblo
Quizá este es uno de los pasajes más encantadores del Evangelio. ¿Tú qué hubieras hecho en esa situación, nos podemos preguntar? Jesús no se olvida en ningún momento su razón de ser en ese mundo: salvar almas, en especial, él ha venido a buscar lo que estaba perdido. Venía a darles el "don de Dios": Ese era el regalo, el don de Dios, que le augura Jesús a la samaritana, como veremos.
Pues bien, la relación con esa mujer samaritana comienza cuando Jesús, sentado junto al brocal del pozo de Jacob, le pide de beber a quien se había acercado al lugar a sacar agua para llenar su cántaro. Lo acontecido en ese encuentro, es una lección de trato personal, llevada con toda delicadeza y cariño, debido a quien lo necesita especialmente.
Desde luego, la mujer no tiene un pelo de tonta. Pregunta y responde con soltura. Como mujer, no se arredra. Quién sabe si tanto cambio en sus matrimonios no se debía precisamente a no ceder ante los caprichos de hombres muy acostumbrados a salirse con la suya, aun a costa de ellas, de quienes esperaban sumisión en todo momento. La samaritana, no parece como una más, y no le tiene miedo a la búsqueda de la verdad. Está versada en los problemas religiosos de su tiempo: "Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el sitio en donde se debe adorar es Jerusalén".
Prosigue el diálogo, porque se entabla un verdadero diálogo, y Jesús le dice que ha llegado el momento cuando se adorará al Padre en "espíritu y en verdad". Entonces ella confiesa: "Sé que vendrá el Mesías..." Jesús le revela: "Yo soy". Y dejándolo todo, se fue a anunciárselo a los de su pueblo. Tenía carácter, y podía distinguir entre su vida personal, conocida por todos, y la verdad que ella, y tal vez los demás, estaban esperando: la llegada del Mesías. Y muchos creyeron, concluye el cronista, "por el testimonio de la mujer", pues le había adivinado su vida.
Es la gran lección para todos nosotros. Gracias a esta mujer de temple, el pueblo entero cree estar delante del "salvador del mundo". No es pequeña cosa. Y gracias a la samaritana, disfrutaron de la presencia de Jesús durante "dos días".
Hoy hay mucho "miedo". Se relativiza todo, la verdad incluso. Aquí, una mujer de carácter, sin miedo al qué dirán, suelta la verdad porque no es suya, y gracias a ello, quienes la oyen se convencen. ¡Qué pasaje tan conmovedor! Una mujer devuelve el sentido de la vida a los moradores de su pueblo: "Estamos convencidos", decían. La verdad los había hecho libres. Ese era el don de Dios que debían conocer.
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