La santidad, el papa y el demonio
Benedicto XVI “nos invitó a ser minorías creativas que fermentan la sociedad con bien, verdad y belleza”.
Lo tenemos todos muy claro, si bien alguno se sale del camino conducente al único fin propio del hombre: la santidad. Lo bello, el bien y la verdad son los componentes de su estado final.
Vemos, sin embargo, como lo estrafalario, el mal y la verdad a medias, es decir, la mentira, han ocupado los primeros lugares de la sociedad. Ahora vienen las elecciones, por ejemplo, y comprobamos cómo el descaro de los contendientes se viste de insultos al contrario y mentiras durante sus discursos.
Lo absurdo de estos planteamientos estriba en la aceptación de quienes acaban votando por alguno de los candidatos. Sin duda, la ideología ha ido a ocupar el lugar correspondiente al bien, ese bien común único patrimonio de la persona en cualquier cultura.
Se habla de opiniones, de pareceres, y se justifica toda suerte de atentados contra la vida, contra la verdad de la naturaleza humana, ahora tan disfrazada de mil colores y leyendas crecientes apropiándose de casi todas las letras del alfabeto, donde el capricho ha sustituido al nasciturus, el matrimonio una relación pertinaz del pasado, y las relaciones sexuales, por tanto, no requieren de su presencia..
En fin, estamos viviendo tiempos de elecciones, donde se elige todo: el sexo que se quiere tener, la vida al que quiere y le toca vivir, la perentoriedad de una relación prometida para siempre, la eliminación del sentido al ignorar el fin del hombre, la agresión para resolver las diferencias, y la destitución de la belleza en el arte, en la moda, en la educación.
El Papa, el actual y los pasados, no se cansan de repetir la esperanza en la santidad, que acabaría ilusionando de verdad a lo ciudadanos de este mundo por introducir la paz en la convivencia en las familias, entre familias, entre pueblos y naciones.
Da la impresión de que el hombre ha sustituido al demonio eficazmente en todos los ámbitos, y realiza el mal con más consistencia y saña que nunca antes. La propuesta y siembra satánica del "ser como dioses" hecha desde el principio a nuestros primeros padres, Adán y Eva, ha dado fruto abundante, y son muchos los cooperadores del mal en nuestros días, cuyas ramas no dejan ver ni la belleza, ni el bien ni la verdad
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