Pedro Sánchez, presidente de España: malo como político, lo intenta como "confesor"
Capilla de San Eduardo, castillo de Windsor.
Ya existe un antecedente en San Eduardo el Confesor, rey restaurador de la monarquía inglesa en el siglo XI. Pero este buen hombre no confesó nunca a nadie. Se le apoda así por su santidad de vida y su digno quehacer profesional como rey. Es patrón de los matrimonios.
Pero este no es el caso del presidente de España, Pedro Sánchez. Según el criterio de muchos, no funciona como gobernante, y su moral peculiar, va en contra del matrimonio cristiano y de la generación de la vida.
La recién elegida presidenta de Madrid, Isabel Ayuso, del PP le ha dado una lección soberana. Un buen número de socialistas, votaron por ella en la pasada elección para la vacante de la presidencia de la Comunidad de Madrid.
Pero la última felonía de Pedro Sánchez como presidente, ha consistido en meterse a hacer cosas que no sabe: quiere presentarse ahora como "confesor", pues ha decidido dar la absolución a los nueve políticos de Cataluña sentenciados por el Tribunal Supremo de la nación por los delitos de sedición y malversación de fondos, sin contar en absoluto con el arrepentimiento previo de quienes quiere perdonar. Es más, los nueve imputados de Cataluña y condenados a 13 años de prisión han dicho públicamente que volverían a cometer los mismos delitos si fuera necesario.
A pesar de estas posturas, Pedro Sánchez no se inmuta, y sigue adelante con sus planes de otorgar la "absolución" a quienes son criminales confesos, con el fin, según él, de establecer un diálogo con el pueblo catalán y el resto de los españoles, si bien la base de ese diálogo resulta inaceptable para los culpables, cuyo fin es conseguir la independencia con España, y para más de la mitad de los catalanes que no aprueban tales premisas, y sin consultar siquiera al resto de la nación española.
En fin, otorgar el perdón sin arrepentimiento, deja fuera de lugar a Pedro Sánchez como "confesor", y como presidente, lejos del rey San Eduardo, por la manera abortista de entender el matrimonio y su fin: la generación de la vida.
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