Un entierro socialista (el de Pérez Rubalcaba) en la "capilla ardiente"
Ni capilla, ni ardiente. El entierro de Alfredo Pérez Rubalcaba atrajo a multitudes. Da alegría ver cuando alguien es por muchos admirado y se congregan para rendir homenaje a un político después de su muerte, aunque militara toda su vida en el partido socialista. Algunos gritaban: ¡Mucho ánimo!, justo cuando el cuerpo del político desfiló delante de sus admiradores, pero, claro, su alma ya no estaba allí.
El recinto del Parlamento, llamado de los Pasos Perdidos, se eligió para exhibir el féretro, y, desde luego, no era una capilla. Por lo general, entre las muchas acepciones, se suele entender por "capilla" un pequeño apartado de una iglesia con un altar. Pero en este caso, en el salón del féretro nada había que oliera a sacristía o hachones encendidos. Lo "ardiente" en este caso se quedaba en un recinto iluminado con muchas luces.
La alegría se apaga cuando no se advierte cuidado alguno para con el alma del señor Alfredo, a pesar de la educación católica recibida durante su niñez y juventud en el Colegio de Nuestra Señora del Pilar, en Madrid. En esta institución estudiaron personajes famosos de la vida española, entre ellos, el beato Alvaro del Portillo, sucesor de san Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei.
No se puede juzgar la vida de nadie, pero algunos hechos en la vida de Pérez Rubalcaba delatan su tendencia anticatólica, pues trató de romper los acuerdos de España con la Santa Sede establecidos desde 1979.
Todo este recorrido choca además con un punto importante bien conocido: más de 70% de los votantes socialistas se declaran católicos, si bien su nivel de cumplimiento, por ejemplo, con el precepto dominical, deja bastante que desear. De ahí los vaivenes cuando se tocan los temas referentes al aborto, eutanasia y las directrices contra la vida en los programas de enseñanza de las escuelas.
En conclusión: pedimos por el alma del señor Alfredo Pérez Rubalcaba, para que, verdaderamente, descanse en paz.
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