Nos preocupamos por muchas cosas (Descubrir lo único que importa)
No te empeñes en andar solo.
En una reciente encuesta de Gallup, el estar preocupado encabeza la lista de sensaciones negativas más común en el mundo, un porcentaje que engloba a más de un 40% de las personas.
Gilles Lipovetsky, sociólogo francés, apunta a la "creada" necesidad de ser feliz, la realidad de no serlo. "Antes" la gente sabía que el trabajo era el camino ordinario para cualquier progreso, personal y social. Y, añade este pensador francés, bien conocido por la pléyade de libros publicados, que, "antes" los hombres sabían por la "religión" la razón de su estancia en la Tierra: "Honrar a Dios".
La felicidad, concebida como necesidad inmediata, es un invento al alza después de las guerras. Quienes así piensan parecen razonar así: Hemos sufrido lo suficiente, y, por tanto, tenemos derecho a ser felices ya. Hoy se ha generado una incontable lista de "derechos" alrededor de todas las cosas que nos gustaría satisfacer de alguna manera.
Dentro de esa lista aparece un deseo más complicado llamado ahora "derecho a la diversidad". Se ha transformado así una cuestión de "hecho" (el ser esto o aquello) en el "derecho" a ser lo que le da la gana a uno. Esto, naturalmente, acarrea graves preocupaciones. Dejar de ser uno mismo para optar por otra alternativa, da muchos quebraderos de cabeza.
La libertad de elegir lo que se es y comportarse de acuerdo con esta definición, ha acompañado a muchos a sentirse "encorsetados" por la naturaleza. En la voluntad de ser, piensan, lo que cada quien quiere radica el epítome de la libertad.
Crear no consiste en repetir, sino en afirmar la singularidad. Somos, de hecho, distintos. Dios no se repite al crear por mucho el parecido existente entre dos "creaturas". El verdadero artista no copia; crea. Y no hay cosa que más enoje a un par de gemelos que los confundan.
En la actualidad, se quiere conseguir la felicidad, en seguida y directamente, como resultado de la acción emprendida. Una pretensión rayana en el absurdo. La felicidad natural es siempre el resultado de haber hecho lo que se debía. Y ese camino lo marca la señora libertad, que apunta a nuestro bien discurrido en verdad.
No basta con hacerse un selfie y continuar el camino. Hay que entender y enredarse con las vidas de los demás, con sus carencias y necesidades. Resultaría una triste noticia encontrarse al final del día (o de la vida) solo con uno mismo. Esa soledad es temible.
La soledad es el preludio de la condenación en vida, que resulta de abocarse al consumismo, a la satisfacción de uno mismo. Dedicar el tiempo disponible a pensar y hacer lo que me procura una existencia placentera, acaba siendo un infierno. Algo así como perderse flotando en el espacio intergaláctico.
Pero, ¿por qué una sola cosa es necesaria? ¿En qué consiste? ¿De dónde viene tal aserto? ¿Se aplica a todo el mundo por igual?
Creo que el caminito comienza por ese "honrar" a Dios, señalado por Lipovetsky. Nadie puede ser excluido de este precepto, que, además, reconciliar todas las cosas en la unidad, acaba dando el sentido a la vida.
Consecuentemente, buena parte de las preocupaciones del mundo contemporáneo pueden tener su origen en esa dedicación a múltiples tareas que conducen a ninguna parte.
Comentarios
Publicar un comentario