El Sínodo de la familia: mucho ruido y pocas nueces
Si me preguntaran por el Sínodo de la Familia, donde 270 obispos se reunieron en el Vaticano en dos tandas de casi un mes cada una, por espacio de dos años, diría con Shakespeare: Mucho ruido y pocas nueces.
Todo sigue igual. La excepción, sin embargo, se da en los artículos del documento final, Relatio, donde se introduce ambigüedad en torno a si los divorciados vueltos a casar pueden o no comulgar.
Después de dos años de pensar estos temas, sólo se ha podido llegar a una redacción insuficientemente clara sobre temas clave, impropia de personas altamente preparadas. Tal vez esta haya sido la única salida para consensuar un documento que, si se lee con mala fe, deja la puerta abierta a interpretaciones fuera de lo estipulado en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
Ahora el Papa tiene la última palabra: Cum Petro, pero también sub Petro.
Todo sigue igual. La excepción, sin embargo, se da en los artículos del documento final, Relatio, donde se introduce ambigüedad en torno a si los divorciados vueltos a casar pueden o no comulgar.
Después de dos años de pensar estos temas, sólo se ha podido llegar a una redacción insuficientemente clara sobre temas clave, impropia de personas altamente preparadas. Tal vez esta haya sido la única salida para consensuar un documento que, si se lee con mala fe, deja la puerta abierta a interpretaciones fuera de lo estipulado en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
Ahora el Papa tiene la última palabra: Cum Petro, pero también sub Petro.
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