¡Animarse a ser santo!
Estamos en el mes de difuntos. No se llama así porque en este mes fallecen más, sino porque la Iglesia dedica estas fechas a rezar especialmente por las personas más alegres, después de los ángeles y santos, pero están esperando la visión beatifica para poder ver a Dios cara a cara, fin más asequible si se cuenta con la oración de quienes todavía militan en este mundo.
El reto consiste en aprovechar el tiempo presente. Perderlo, un descamino. Nuestros días sobre la tierra están contados, como todo lo de este mundo, sometido a la dimensión temporal. Después de la caída del pecado original, el Señor, en un alarde inimaginable de generosidad, nacida del amor, el hombre va a tener la oportunidad de "reconquistar" el cielo al que estaba llamado desde su creación gracias a la promesa, ardua e inexplicablemente cumplida, de la "encarnación" y "redención" de nuestro señor Jesucristo.
Ahora sí, el hombre puede ir a gozar de Dios por toda la eternidad. Hay una sola condición: que quiera. Porque Dios ya ha querido.
¿Cómo convencer al mundo de que la felicidad eterna vale la pena? Por supuesto, hay una deuda a pagar, pero para eso se nos da el tiempo. Como siempre, para facilitar ese recorrido temporal, más o menos largo, cada quien el suyo, sólo hay una ayuda: enamorarse.
Hay que pedir ese don..., y se concede siempre. Sin olvidar que en la vida de todos hay aventuras y desventuras, precisamente en la vida de los santos.
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