Renunciar a la verdad, es huir de Dios
Ahora se nos está acabando la Navidad. Anduvimos por este camino y en esta senda nos encontramos conocidos y extraños que se iban aproximando a la verdad. Camino y verdad se unen.
Por la calle, veo de nuevo personas ajetreadas, como si se tratara de recuperar el tiempo perdido durante estas fiestas navideñas. La conversación dominante durante estos días la acaparó el tan manido covid-19 con sus adiciones y variantes. Quizá en un recoveco del corazón se nos ha quedado una estrofa de las recitadas durante las celebraciones litúrgicas o en la quietud de la casa con música navideña.
Esos mismos ángeles que cantaron el anuncio del nacimiento del niño Dios a los pastores, nos pueden acompañar también durante el año que comienza con sus cantos recordándonos el sentido de la vida aun en los momentos más difíciles. Están empeñados en que concluyamos el camino apegados a la verdad, precisamente en unos tiempos donde el dudar de todo, incluso de las enseñanzas más fundamentales aprendidas en familia donde el amor solía derretir los roces de las desavenencias.
Pues bien, el año nuevo ya lo estamos viviendo con esperanza, donde sin duda no faltarán los problemas de todo tipo, pero sin apartar la vista del fin. De esta y otras consideraciones nacerá la alegría, acompañándonos cada día por el buen camino.
Renunciar a esta verdad, equivaldría a huir de Dios, creador nuestro y Padre, a quien acabamos de celebrar estos días su venida para salvarnos.
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