Llama la atención ver la cara de un niño desde sus primeros meses de vida con la sonrisa franca, abierta a todos, que nos empuja también a nosotros a sonreí. Sin duda, ven lo bueno de convivir con los semejantes, sin que importe su estatus social, su parentesco, su presencia efímera en la relación. Es otro como yo, parecen decir estas criaturas, y eso me basta para mostrar mi contento. ¿Qué ocurre con el paso del tiempo, al dejar la niñez? No todos, ni siempre, pero el gesto se empieza a ensombrecer porque advertimos algo en el otro que no nos parece bien, o no nos gusta. Evitamos la mirada o el encuentro con esas personas a las que calificamos como desagradables, pues nos "caen gordos". Ahora, con el cruce y mezcla de culturas, razas y lenguas, aparecen más y más quienes no merecen nuestra atención cordial en cualquier momento de nuestro quehacer diario. Excusas no faltan: tengo mucho trabajo, no viene al caso perder el tiempo con quien no me va a...
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