UK: El fin justifica el "descarte" (de una vida humana)
El Reino Unido enseña el cobre: el fin sí justifica los medios.
Desde ahora, y en nombre de la investigación científica, bajo la dirección de una mujer, Kathy Niakan, se podrán "utilizar" embriones humanos para que se investigue por qué algunos embarazos concluyen en aborto o por qué se dificulta en ciertos casos la concepción de un nuevo ser.
Estos embriones humanos proceden de matrimonios que, después de someterse a los tratamientos de rigor de la llamada "fecundación in vitro", donan los sobrantes.
Eso sí, como son muy precisos en sus fines, la ley no permite que se "implante" uno de estos embriones "sobrantes" en una mujer.
Es decir, sólo se puede destruir una criatura humana en aras del progreso de la ciencia. Verdaderamente resulta conmovedor. La política del descarte, así llamada por el papa Francisco, muestra, una vez más, su vigencia en un país económicamente desarrollado.
No faltan voces de otras latitudes que ruegan para que el Reino Unido, ahora en uno más de sus vaivenes seculares de acercamiento al "continente", no se vaya de Europa, y así se permita desarrollar cuanto antes esta tendencia humanitaria en otros países más "retrasados". Este avance de la tradición científica darwiniana en el campo de la biotecnología, contribuirá a la felicidad de padres infértiles cuando por fin se logre la meta deseada por estos pioneros, que siguen la línea de la primera fecundación in vitro en 1978.
Este es el último paso de una serie, que comienza por pensar que los casados tienen derecho a un hijo, por cualquier medio, a cualquier precio. Este acercamiento del querer humano, dejando de lado el querer de Dios, Señor y Dador de vida, sigue el procedimiento aberrante de concebir un hijo fuera del útero materno, arrojando semen y óvulos en un cilindro de vidrio. Pero como se quiere asegurar el resultado por el que se paga, entonces no basta con generar un embrión: se recurre a procurar varios y, los sobrantes, se congelan, a la espera de que esos padres quieran otro ejemplar de criatura humana. Al final se quiere saber lo que se debería haber investigado al principio: por qué unos padres en potencia no pueden serlo.
Todas estas técnicas no están al servicio de la vida, pues la quitan para conseguir una las veces que sea necesario.
El problema se agrava porque se realiza la investigación destrozando una criatura humana, pues dicen que es la mejor manera de hacerlo.
No sabemos qué dirá sobre estos menesteres quien es cabeza de la Iglesia anglicana, la reina Isabel II de Inglaterra. Pero en toda la tradición cristiana, el no matarás y el no te servirás de alguien, que es siempre una persona, para un fin bueno siguen vigentes.
Se ve que en las tierras angloparlantes ha calado hondo la ética consecuencialista de P. Singer: si el fin pretendido es bueno, entonces el medio utilizado también lo es.
Pero la ciencia que no está al servicio de la vida, tampoco es ciencia. Es un negocio.
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