En cuestiones de fe y moral, obediencia
El Sínodo de la Familia está a la vuelta de la esquina, en octubre.
Las incógnitas de su resultado se diluyen cuando sabemos que la ley eterna por la que el Dios rige todas las cosas del universo para que alcancen su fin (no hay casualidades), al descubrirla el hombre con su razón natural se le llama ley natural, que se puede cotejar con la ley divina positiva dada por Dios al hombre en el Sinaí. Es decir, el resultado, para el que sepa leer en el contexto de estas leyes, no tiene pierde.
Pero además tenemos veinte siglos de Magisterio en la Iglesia que nos muestra el camino a seguir sin lugar a dudas en lo concerniente a la tradición moral. Es decir, cada acto humano está sujeto a ella por el bien del hombre.
Sin embargo, el hombre que puede alcanzar su bien, el que le es propio, siguiendo estas leyes y enseñanzas de la Iglesia, puede elegir otro camino, un camino que las cosas y los animales siguen según su naturaleza, pero que, en el caso del hombre, puede, aunque suene irracional, elegir, en nombre de la libertad, algo que no le conviene, por mucho que le guste. Es Dios, creador del hombre a su imagen, quien sabe y dispone el bien de la persona.
Por esta razón, cuando Jesús se va al cielo después de su resurrección, encarga el cuidado de la verdad de su Iglesia al Espirítu Santo, de tal modo que, la falibilidad del hombre se transforma en infalibilidad, en lo tocante a cuestiones de fe, especialmente en el caso del Papa y de los obispos que, unidos a él, enseñan a los fieles las verdades relativas al camino a seguir para su salvación.
De esta manera se explica que, en el curso seguido por la Iglesia desde sus comienzos, se haya guardado la integridad de la fe, transmitida por los apóstoles según las enseñanazas de Jesucristo, a pesar de las asechanzas y discusiones habidas en la historia de la fe católica, desde el primer papa, Pedro, hasta el actual, Francisco.
Por tanto sabemos que el Sínodo, va a llegar a buen término, aun cuando se propalen voces discrepantes sobre la familia y al matrimonio, temas centrales a tratar durante el próximo mes, pues estas instituciones se mantendrán como Dios las concibió desde el principio.
Naturalmente, no todas las voces que se escuchan tienen la misma autoridad. Suele ser común que, el Papa, despué de escuchar las conclusiones de los padres sinodales, escriba una Carta dirigida a todo los fieles de la Iglesia, en la que se expone la doctrina a seguir en las cuestiones tratadas.
Esa voz autorizada, con independencia de las opiniones diversas debidamente expuestas antes y durante el Sínodo, se resume en una sola verdad para toda la Iglesia.
La seguridad, entonces, en las cuestiones doctrinales, se basa siempre en estar cum Petro. En cuestiones de fe y moral nunca se equivoca uno obedeciendo. En resumen, la pastoral de la Iglesia sigue a la doctrina; no al revés. Dicho de otra manera, no se puede considerar pastoral, que cuida de los fieles, lo que no esté intrínsicamente unido a la doctrina. Lo contrario sería una arbitrariedad.
Las incógnitas de su resultado se diluyen cuando sabemos que la ley eterna por la que el Dios rige todas las cosas del universo para que alcancen su fin (no hay casualidades), al descubrirla el hombre con su razón natural se le llama ley natural, que se puede cotejar con la ley divina positiva dada por Dios al hombre en el Sinaí. Es decir, el resultado, para el que sepa leer en el contexto de estas leyes, no tiene pierde.
Pero además tenemos veinte siglos de Magisterio en la Iglesia que nos muestra el camino a seguir sin lugar a dudas en lo concerniente a la tradición moral. Es decir, cada acto humano está sujeto a ella por el bien del hombre.
Sin embargo, el hombre que puede alcanzar su bien, el que le es propio, siguiendo estas leyes y enseñanzas de la Iglesia, puede elegir otro camino, un camino que las cosas y los animales siguen según su naturaleza, pero que, en el caso del hombre, puede, aunque suene irracional, elegir, en nombre de la libertad, algo que no le conviene, por mucho que le guste. Es Dios, creador del hombre a su imagen, quien sabe y dispone el bien de la persona.
Por esta razón, cuando Jesús se va al cielo después de su resurrección, encarga el cuidado de la verdad de su Iglesia al Espirítu Santo, de tal modo que, la falibilidad del hombre se transforma en infalibilidad, en lo tocante a cuestiones de fe, especialmente en el caso del Papa y de los obispos que, unidos a él, enseñan a los fieles las verdades relativas al camino a seguir para su salvación.
De esta manera se explica que, en el curso seguido por la Iglesia desde sus comienzos, se haya guardado la integridad de la fe, transmitida por los apóstoles según las enseñanazas de Jesucristo, a pesar de las asechanzas y discusiones habidas en la historia de la fe católica, desde el primer papa, Pedro, hasta el actual, Francisco.
Por tanto sabemos que el Sínodo, va a llegar a buen término, aun cuando se propalen voces discrepantes sobre la familia y al matrimonio, temas centrales a tratar durante el próximo mes, pues estas instituciones se mantendrán como Dios las concibió desde el principio.
Naturalmente, no todas las voces que se escuchan tienen la misma autoridad. Suele ser común que, el Papa, despué de escuchar las conclusiones de los padres sinodales, escriba una Carta dirigida a todo los fieles de la Iglesia, en la que se expone la doctrina a seguir en las cuestiones tratadas.
Esa voz autorizada, con independencia de las opiniones diversas debidamente expuestas antes y durante el Sínodo, se resume en una sola verdad para toda la Iglesia.
La seguridad, entonces, en las cuestiones doctrinales, se basa siempre en estar cum Petro. En cuestiones de fe y moral nunca se equivoca uno obedeciendo. En resumen, la pastoral de la Iglesia sigue a la doctrina; no al revés. Dicho de otra manera, no se puede considerar pastoral, que cuida de los fieles, lo que no esté intrínsicamente unido a la doctrina. Lo contrario sería una arbitrariedad.
Comentarios
Publicar un comentario