La soledad es no vivir en presencia de Dios
La vida del hombre puede parecernos una continua paradoja. Dios está en todas partes, de acuerdo. Pero yo no lo veo. Por eso es necesario cultivar en la vida la presencia de Dios, precisamente porque está ahí, aunque yo no vea. No hacerlo de esta manera es, ni más ni menos, que vivir en soledad. Hay quienes creen que sólo los claustros de los conventos pueden facilitar ese encuentro con el Señor; desde luego. El apagarse del ruido, de las múltiples ocupaciones y reclamos de la vida diaria, ayuda a pensar mejor en el creador de todas las cosas. Pero ahí, en ese silencio del monasterio, se debe encontrar el modo de salir de los pensamientos sobre uno mismo, dejando el "yo" a un lado. De lo contrario, el silencio se convierte en un acicate para mejor enredarse en las innumerables encrucijadas del "yo" sin distracción alguna. Así nunca nos encontraremos con Dios. Se trata de mirar a quien sabemos que nos quiere, aunque no se le pueda ver. Él sí nos ve. Para lograrlo, s...