Perdonar a los enemigos, pero no antes de haberlos ahorcado (Heine; Freud)
Freud había copiado la frase a Heine: Uno debe perdonar a sus enemigos, pero no antes de haberlos ahorcado. Era duro en sus juicios y en las obras. Dogmático. No era un judío practicante. Salvó la vida cuando ya anciano y canceroso, unos cuantos amigos pagaron el rescate pedido a los nazis para salir de Viena a Inglaterra, donde acabó sus días; pero sus cuatro hermanas, con más de 80 años murieron asesinadas por la red nazi. A la hora de morir, Freud había determinado no tomar ningún tipo de calmante porque quería seguir sintiendo para ser él mismo, y consignar el efecto de su dolor en el ánimo mientras esperaba la muerte. Quizá no se trata de aniquilar al enemigo. Se trata de ignorarlo, sin importar cuánto ruido meta. El enemigo prefiere siempre que hagamos caso a sus insinuaciones, para luego salirse con la suya. ¡Deja que los perros l adren!, aconsejaba Don Quijote a Sancho. Molestan, sí, pero no pueden hacernos daño. El Mali...